2.8.13

Yerros que agarran como verdades

"En España, de cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa." Dicen que dijo Antonio Machado. Y una segunda: "Es propio de hombres de cabezas medianas embestir contra todo aquello que no les cabe en la cabeza." 

Leer frases célebres y reflexionar sobre las mismas es un buen ejercicio. No me parece acertada, la primera. Sí confirmo que en España, de cada diez, solo uno pide por favor las cosas y da las gracias. Incluso el más elemental principio de la educación, tratar de usted a las personas que nos hacen la vida más fácil: desde el camarero que nos atiende en el restaurante o en el bar; el gasolinero que llena el depósito de nuestro vehículo; el quiosquero o el barrendero, se merecen el usted más que nuestros pares.

Y una razón más, y no menor, para estar en desacuerdo con la sentencia del poeta que condena a nueve de cada diez hombres y mujeres españoles a embestir. 

Sucede que los españoles no distinguen, muchas veces, cuándo llevan el carretón de entrenamiento y cuándo la muleta de torear. Cuándo son arrastrados por los eventos, o el día a día, y cuándo toman la iniciativa, con independencia de si la fortuna acompaña o no.

El Sr. Machado, don Antonio, poeta de una generación, y de muchas selectividades, se equivoca incluso con un tercer argumento.

Se arranca por la brava: "En España..." ¿Comparado con qué país, maestro? ¿Habrá visto usted la burricie inglesa en los campos de fútbol? O quizá, ¿la burricie alemana en iguales trances? ¿Los franceses aficionados del Paris Saint Germain que agredieron a sus propios jugadores?

Retrotrayéndonos en el tiempo a las fechas de su nacimiento, de usted... ¿Recuerda usted sus lecturas de Charles Dickens? Un país embrutecido, el Reino Unido, que condenaba a los niños a vivir en la miseria, y que el gran Dickens después redimía escribiendo historias de niños que no pasan hambre, ni frío, ni calamidades... excepto los malos, malos, que van a la Bleak House. El novelista inglés mudaba a los niños pordioseros y barrenderos en hombres de provecho para tranquilidad de una sociedad victoriana, a quien no embestía de ningún modo la miseria y la desgracia infantil de sus calles y pueblos, porque los literatos llevaban a sus libros sólo capítulos de buenaventura, y redenciones regulares.

O cuando era usted, don Antoio, un hombre en la treintena ¿Recuerda cómo embestían en la Primera Gran Guerra tanto los soldados en el frente como sus propios mandos en sus cuarteles respectivos?

Dicho lo anterior, sostener "en España, de cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa" me parece un error mayúsculo, y por tanto, tal cual ¿cómo corregir un error que crece como verdad buena?

La faena histórica que nos hizo el hermano del poeta Manuel Machado (cuyo abuelo era profesor universitario) ha llegado muy lejos. Demasiado. Como remedio, tómese un poquito de por favor para todos (y gracias). Y a nueve de cada diez, baste con saber si llevan carretón, o si toca trastear de muleta. Con un "por favor" y un "gracias" y un gramo de reflexión (¿qué traigo, caretón o muleta?) la sentencia del poeta nieto de clases altas, quedaría circunscrita al español cabreado: En España, nueve de cada diez ciudadanos enfadados embisten, y uno, si acaso, piensa.
Publicado el 1/8 a las 02.00 y editado el 2/8

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